Historia del Jazz Chileno
La cronología del jazz chileno comienza en 1924 con
la actuación de la Royal Orchestra de Pablo Garrido en Valparaíso y
termina ayer mismo por la noche en los clubes de la ciudad. Este es el
tránsito por los 81 años de vida del jazz chileno y su evolución
estilística.
Jazz melódico (1924-1940)
Un curioso dato se detecta tanto en el jazz de Norteamérica como
en el jazz chileno. En 1924, Fletcher Henderson organizaba "secciones"
instrumentales y su música sonaba llena, vibrante y muy distinta
a aquélla que practicaban casi la totalidad de las pequeñas
bandas de Nueva Orleans. Era una big band. La primera de la historia.
En Chile, el mismo año, Pablo Garrido fundaba en Valparaíso una agrupación
que utilizaba "filas" (aunque fueran reducidas) de instrumentos: tres
violines, tres saxofones, dos trompetas, clarinete, tuba, trombón,
banjo, batería y piano. Se presentó en la Confitería Colón bajo el
nombre de Royal Orchestra. Era el inicio del jazz en Chile, una era
romántica y de etiqueta, que luego llegó a conocerse como "jazz
melódico".
Fueron entonces las orquestas nacionales las primeras en tocar jazz (distintas a las orquestas
típicas y, después, a las orquestas tropicales). Se reunieron en torno
a un repertorio de música popular orientada al foxtrot, el shimmy y el
one-step, fundamentalmente en el período 1929-40: música bailable y
sumamente "melódica". Sus hombres eran músicos profesionales, "de
atril" y no improvisaban (salvo por la presencia de solistas que luego
encabezarían la siguiente etapa del jazz chileno: Luis "Huaso" Aránguiz
o Mario Escobar). Las más importantes fueron las del cubano Isidro
Benítez, Lorenzo Da Costa, Rafael Hermosilla, Bernardo Lacasia y Buddy
Day, y sus actuaciones llenaban salones, teatros y cabarets de la
capital y el puerto.
Figura: Pablo Garrido (1905-1982) El patrono del jazz chileno
Sus obras "Jazz window", "Black fire" y "Rapsodia chilena para piano y
orquesta" son la prueba innegable de que en su mente el compositor y
violinista Pablo Garrido escuchaba jazz. Sus orquestas fueron claves en
la consolidación de esta línea y Garrido llegó a transformarse en una
personalidad del jazz, más allá de su condición de creador de música
docta y de sus posteriores estudios sobre folclor. Tradujo al
castellano el libro "Jazz hot" del francés Hughes Panassié (que abrió
un mundo musical a las generaciones de los años 40 en adelante), dictó
500 conferencias en 35 países y publicó dos mil artículos de prensa.
Fue la llave maestra del "jazz melódico", pero eso no significó que no
viera con claridad lo que ocurría a su alrededor. Prestó mucha atención
a la camada de jóvenes músicos que se estaba articulando en otro
epicentro y que buscaba una música distinta a la habitual de las big
bands. Garrido fue además el patrocinador del grupo de jazzistas
veinteañeros que fundaron el Club de Jazz de Santiago en 1943. Por
alguna extraña razón, al comenzar esa década, Garrido se retiró del
jazz argumentando la desvirtualización de esta música en favor de las
masas. Era un vanguardista neto: "Quien no escuche a Stravinsky, quien
no escuche jazz, merece la horca".
Hot jazz (1941-1953)
Mientras en los salones la gente bailaba al pulso de las orquestas de jazz de
Lorenzo Da Costa, Rafael Hermosilla o Bernardo Lacasia, en ciertos
lugares escondidos de la ciudad se reunía un puñado de músicos jóvenes.
Mucho más allá de los perfectos arreglos de vientos y cuerdas y del
ritmo envolvente de las orquestas, gustaban de algo que estas
agrupaciones carecían notoriamente: la improvisación.
En 1941, un grupo llamado The Chicagoans (que adoptó el nombre de la banda
de Chicago liderada por Jimmy McPartland), realizaba audiciones de
música de Nueva Orleáns y Chicago, y ensayaba a puertas cerradas con
unos cuantos amigos como público: Tito Rodríguez (corneta), René
Eyhrealde (clarinete), Luis Barragán (piano), Carlos Morgan (guitarra)
y Lucho Córdova (batería) iban en otra dirección estética. El rumor de
estas reuniones de avanzada llegó a oídos de algunos músicos
profesionales de las orquestas que necesitaban eludir la monotonía de
tocar noche tras noche los mismos arreglos para las mismas canciones:
Luis "Huaso" Aránguiz (trompeta), Mario Escobar (saxo tenor), Ángel
Valdés (trombón), Hernán Prado (piano) y Víctor "Tuco" Tapia (batería).
Ellos eran, por cierto, los ídolos de los muchachos que alineaban en
los Chicagoans.
Todo ocurrió muy rápido para el
nuevo jazz: En 1943, Rodríguez, Eyheralde y Córdova fundaron el Club de
Jazz; en 1944 se formó la primera selección de Los Ases Chilenos del
Jazz; y en 1945 una segunda formación de los mejores consolidó la
corriente (ver capítulo "El cuadro de honor"). El "jazz melódico" fue
perdiendo espacio y el "hot jazz" alcanzó uno de sus mejores momentos
al ingresaren los años 50 con una comunidad de músicos que se había
multiplicado por varios números.
Figura: Luis "Huaso" Aránguiz (1912-1989) La leyenda
Se cuenta que Aránguiz adoptó el pseudónimo de "Huaso" porque vivió gran
parte de su niñez en un burdel dirigido por una dama a la que se
conocía por "Huasa". Aránguiz se hizo a punta de días solitarios y
noches ruidosas. Se inició en la trompeta en 1938, escuchando, como
todos los músicos de la época, los solos de Armstrong a través de los
viejos discos que lograba conseguir. Fue hombre de la orquesta de
Lorenzo Da Costa, pero tras renunciar a ella se volcó directamente
hacia la improvisación jazzística caliente, el "hot jazz". "El dixie le
brotaba por todos lados. El Huasito era un fenómeno", diría mucho
tiempo después el trombonista Jorge Espíndola (colíder de los Santiago
Stompers).
En 1941 puso en el escenario del salón
Olimpia a uno de los más significativos conjuntos del hot jazz: Los
Ases del Ritmo, en cuyas líneas estaban los mejores hombres de la
época: Escobar, Woody Wolf (clarinete), Prado (piano), Raúl Salinas
(guitarra), Iván Cazabón (contrabajo), Tapia (batería). En 1944 y 1945
fue músico de Los Ases Chilenos del Jazz y fue y volvió de múltiples
agrupaciones hot hasta fichar en 1973 en los Santiago Stompers. Tocó
con esta banda revival hasta 1978.
Swing (1953-1959)
El arribo a Valparaíso de dos inmigrantes en 1948 tendría consecuencias notables
en el curso del jazz chileno. La llegada del polaco Józef Hosiasson y
del italiano Giovanni Cultrera fue una coincidencia. El encuentro entre
ambos fue una fortuna. Ambos eran pianistas, uno más que otro. Pero uno
conocía más jazz que el otro. Se potenciaron mutuamente y se
ensamblaron como piezas maestras de un mecanismo, generando en el
Valparaíso de la época un nuevo enclave del jazz como 30 años antes lo
había hecho Pablo Garrido.
Hosiasson (ahora llamado "Pepe") y Cultrera dieron marcha a una etapa de swing,
consolidando a la generación de los años 50. Más allá de las
posibilidades como músicos en el escenario, ambos lo hicieron como
gestores musicales y difusores del jazz a través de programas radiales
y temporadas de conciertos. Así, nuevos clubes con fanáticos fundaron
en Valparaíso (1954), Los Ángeles (1957) y Temuco (1961). Concepción
tenía el suyo desde 1944. La nueva generación se abrió a otras opciones
de música, que venían de la mano de Duke Ellington, Count Basie, los
orquestadores maestros, y Art Tatum, Teddy Wilson y Oscar Peterson, los
grandes pianistas.
Figura: Giovanni Cultrera (1931) El maestro
Si usted lee este texto un día martes o sábado, durante esta misma noche
podría ver a Cultrera tocar el piano. El pianista de origen siciliano
es miembro de la all stars que más actuaciones tiene en el cuerpo
actualmente: junto a Alfredo Espinoza (saxo alto) y Daniel Lencina
(trompeta), Cultrera ya superó los 70 shows en sola una temporada. Pero
la historia de este músico-bisagra se remonta a los inicios de los años
50. Cultrera fue un pivote del jazz en el eje Valparaíso-Viña del Mar,
no sólo liderando iniciáticas sesiones de audición, sino además
gestando algunas de las primeras bandas dixie no capitalinas y
cimentando el que llegó a ser el primer Club de Jazz de Valparaíso.
En 1953 alineó en el histórico quinteto de respaldo del tenorista Bud
Freeman (figura mundial del swing, quien curiosamente vivió una
temporada en Chile). Tenía 21 años cuando actuó con el saxofonista
durante 60 días ininterrumpidos en el Hotel Carrera, alternando el
escenario con la tropicalísima big band del cubano Isidro Benítez.
Articuló a la generación de músicos porteños como Roque Oliva
(clarinete), Alvaro Vicencio (saxofón), Hugo Valdebenito (batería) y
los trompetistas Sergio Acevedo y Eugenio "Yuyo" Rengifo. Hasta el día
de hoy frecuenta el Club de Jazz, para conocer a los nuevos nombres o
para tocar con los antiguos estandartes.
Jazz moderno (1959-1969)
¿Es posible que los músicos afines al jazz tradicional se hayan trenzado a
trompadas con los músicos militantes del jazz moderno? La respuesta es
no. Pero los relatos de los protagonistas de la época sí hablan de un
enfrentamiento real entre ambas escuelas. Algunos músicos más antiguos
no consideraban a "eso" (el jazz moderno) como jazz. Era más bien
"ruidismo" puro y la excusa perfecta para demostrar cuánto podían dar
los instrumentos y cuántos aplausos podían recibir los solistas. Pero
lo cierto es que para 1959 toda una generación de recambio se estaba
instalando en las dependencias del Club de Jazz. Estaban liderados por
el pianista rancagüino Omar Nahuel, su máximo responsable.
Toda la década de apertura hacia las nuevas variantes del jazz (a partir del
bebop neoyorquino o el cool jazz californiano) van de la mano de
Nahuel. Los héroes estaban a la vuelta de la esquina: John Coltrane y
Stan Getz, Lennie Tristano y Bill Evans, Art Blakey y Joe Morello. La
comunidad estaba formada ahora por los saxofonistas Sandro Salvati,
Mario Escobar Jr. y Patricio Ramírez, los pianistas Mariano Casanova o
Roberto Lecaros, los contrabajistas Boris Castillo o Alfonso Barrios y
los bateristas Sergio Meli o Waldo Cáceres. La consolidación de un jazz
"modernista" coincidió con el nacimiento, fulgor y muerte del Nahuel
Jazz Quartet, la banda que inspiró a estos jóvenes músicos, que grabó
el primer long-play realizado por una banda estable y que probó al
medio que sí era posible vivir de un jazz impecablemente propuesto e
interpretado.
La cronología del jazz chileno comienza en 1924 con
la actuación de la Royal Orchestra de Pablo Garrido en Valparaíso y
termina ayer mismo por la noche en los clubes de la ciudad. Este es el
tránsito por los 81 años de vida del jazz chileno y su evolución
estilística.
Jazz melódico (1924-1940)
Un curioso dato se detecta tanto en el jazz de Norteamérica como
en el jazz chileno. En 1924, Fletcher Henderson organizaba "secciones"
instrumentales y su música sonaba llena, vibrante y muy distinta
a aquélla que practicaban casi la totalidad de las pequeñas
bandas de Nueva Orleans. Era una big band. La primera de la historia.
En Chile, el mismo año, Pablo Garrido fundaba en Valparaíso una agrupación
que utilizaba "filas" (aunque fueran reducidas) de instrumentos: tres
violines, tres saxofones, dos trompetas, clarinete, tuba, trombón,
banjo, batería y piano. Se presentó en la Confitería Colón bajo el
nombre de Royal Orchestra. Era el inicio del jazz en Chile, una era
romántica y de etiqueta, que luego llegó a conocerse como "jazz
melódico".
Fueron entonces las orquestas nacionales las primeras en tocar jazz (distintas a las orquestas
típicas y, después, a las orquestas tropicales). Se reunieron en torno
a un repertorio de música popular orientada al foxtrot, el shimmy y el
one-step, fundamentalmente en el período 1929-40: música bailable y
sumamente "melódica". Sus hombres eran músicos profesionales, "de
atril" y no improvisaban (salvo por la presencia de solistas que luego
encabezarían la siguiente etapa del jazz chileno: Luis "Huaso" Aránguiz
o Mario Escobar). Las más importantes fueron las del cubano Isidro
Benítez, Lorenzo Da Costa, Rafael Hermosilla, Bernardo Lacasia y Buddy
Day, y sus actuaciones llenaban salones, teatros y cabarets de la
capital y el puerto.
Figura: Pablo Garrido (1905-1982) El patrono del jazz chileno
Sus obras "Jazz window", "Black fire" y "Rapsodia chilena para piano y
orquesta" son la prueba innegable de que en su mente el compositor y
violinista Pablo Garrido escuchaba jazz. Sus orquestas fueron claves en
la consolidación de esta línea y Garrido llegó a transformarse en una
personalidad del jazz, más allá de su condición de creador de música
docta y de sus posteriores estudios sobre folclor. Tradujo al
castellano el libro "Jazz hot" del francés Hughes Panassié (que abrió
un mundo musical a las generaciones de los años 40 en adelante), dictó
500 conferencias en 35 países y publicó dos mil artículos de prensa.
Fue la llave maestra del "jazz melódico", pero eso no significó que no
viera con claridad lo que ocurría a su alrededor. Prestó mucha atención
a la camada de jóvenes músicos que se estaba articulando en otro
epicentro y que buscaba una música distinta a la habitual de las big
bands. Garrido fue además el patrocinador del grupo de jazzistas
veinteañeros que fundaron el Club de Jazz de Santiago en 1943. Por
alguna extraña razón, al comenzar esa década, Garrido se retiró del
jazz argumentando la desvirtualización de esta música en favor de las
masas. Era un vanguardista neto: "Quien no escuche a Stravinsky, quien
no escuche jazz, merece la horca".
Hot jazz (1941-1953)
Mientras en los salones la gente bailaba al pulso de las orquestas de jazz de
Lorenzo Da Costa, Rafael Hermosilla o Bernardo Lacasia, en ciertos
lugares escondidos de la ciudad se reunía un puñado de músicos jóvenes.
Mucho más allá de los perfectos arreglos de vientos y cuerdas y del
ritmo envolvente de las orquestas, gustaban de algo que estas
agrupaciones carecían notoriamente: la improvisación.
En 1941, un grupo llamado The Chicagoans (que adoptó el nombre de la banda
de Chicago liderada por Jimmy McPartland), realizaba audiciones de
música de Nueva Orleáns y Chicago, y ensayaba a puertas cerradas con
unos cuantos amigos como público: Tito Rodríguez (corneta), René
Eyhrealde (clarinete), Luis Barragán (piano), Carlos Morgan (guitarra)
y Lucho Córdova (batería) iban en otra dirección estética. El rumor de
estas reuniones de avanzada llegó a oídos de algunos músicos
profesionales de las orquestas que necesitaban eludir la monotonía de
tocar noche tras noche los mismos arreglos para las mismas canciones:
Luis "Huaso" Aránguiz (trompeta), Mario Escobar (saxo tenor), Ángel
Valdés (trombón), Hernán Prado (piano) y Víctor "Tuco" Tapia (batería).
Ellos eran, por cierto, los ídolos de los muchachos que alineaban en
los Chicagoans.
Todo ocurrió muy rápido para el
nuevo jazz: En 1943, Rodríguez, Eyheralde y Córdova fundaron el Club de
Jazz; en 1944 se formó la primera selección de Los Ases Chilenos del
Jazz; y en 1945 una segunda formación de los mejores consolidó la
corriente (ver capítulo "El cuadro de honor"). El "jazz melódico" fue
perdiendo espacio y el "hot jazz" alcanzó uno de sus mejores momentos
al ingresaren los años 50 con una comunidad de músicos que se había
multiplicado por varios números.
Figura: Luis "Huaso" Aránguiz (1912-1989) La leyenda
Se cuenta que Aránguiz adoptó el pseudónimo de "Huaso" porque vivió gran
parte de su niñez en un burdel dirigido por una dama a la que se
conocía por "Huasa". Aránguiz se hizo a punta de días solitarios y
noches ruidosas. Se inició en la trompeta en 1938, escuchando, como
todos los músicos de la época, los solos de Armstrong a través de los
viejos discos que lograba conseguir. Fue hombre de la orquesta de
Lorenzo Da Costa, pero tras renunciar a ella se volcó directamente
hacia la improvisación jazzística caliente, el "hot jazz". "El dixie le
brotaba por todos lados. El Huasito era un fenómeno", diría mucho
tiempo después el trombonista Jorge Espíndola (colíder de los Santiago
Stompers).
En 1941 puso en el escenario del salón
Olimpia a uno de los más significativos conjuntos del hot jazz: Los
Ases del Ritmo, en cuyas líneas estaban los mejores hombres de la
época: Escobar, Woody Wolf (clarinete), Prado (piano), Raúl Salinas
(guitarra), Iván Cazabón (contrabajo), Tapia (batería). En 1944 y 1945
fue músico de Los Ases Chilenos del Jazz y fue y volvió de múltiples
agrupaciones hot hasta fichar en 1973 en los Santiago Stompers. Tocó
con esta banda revival hasta 1978.
Swing (1953-1959)
El arribo a Valparaíso de dos inmigrantes en 1948 tendría consecuencias notables
en el curso del jazz chileno. La llegada del polaco Józef Hosiasson y
del italiano Giovanni Cultrera fue una coincidencia. El encuentro entre
ambos fue una fortuna. Ambos eran pianistas, uno más que otro. Pero uno
conocía más jazz que el otro. Se potenciaron mutuamente y se
ensamblaron como piezas maestras de un mecanismo, generando en el
Valparaíso de la época un nuevo enclave del jazz como 30 años antes lo
había hecho Pablo Garrido.
Hosiasson (ahora llamado "Pepe") y Cultrera dieron marcha a una etapa de swing,
consolidando a la generación de los años 50. Más allá de las
posibilidades como músicos en el escenario, ambos lo hicieron como
gestores musicales y difusores del jazz a través de programas radiales
y temporadas de conciertos. Así, nuevos clubes con fanáticos fundaron
en Valparaíso (1954), Los Ángeles (1957) y Temuco (1961). Concepción
tenía el suyo desde 1944. La nueva generación se abrió a otras opciones
de música, que venían de la mano de Duke Ellington, Count Basie, los
orquestadores maestros, y Art Tatum, Teddy Wilson y Oscar Peterson, los
grandes pianistas.
Figura: Giovanni Cultrera (1931) El maestro
Si usted lee este texto un día martes o sábado, durante esta misma noche
podría ver a Cultrera tocar el piano. El pianista de origen siciliano
es miembro de la all stars que más actuaciones tiene en el cuerpo
actualmente: junto a Alfredo Espinoza (saxo alto) y Daniel Lencina
(trompeta), Cultrera ya superó los 70 shows en sola una temporada. Pero
la historia de este músico-bisagra se remonta a los inicios de los años
50. Cultrera fue un pivote del jazz en el eje Valparaíso-Viña del Mar,
no sólo liderando iniciáticas sesiones de audición, sino además
gestando algunas de las primeras bandas dixie no capitalinas y
cimentando el que llegó a ser el primer Club de Jazz de Valparaíso.
En 1953 alineó en el histórico quinteto de respaldo del tenorista Bud
Freeman (figura mundial del swing, quien curiosamente vivió una
temporada en Chile). Tenía 21 años cuando actuó con el saxofonista
durante 60 días ininterrumpidos en el Hotel Carrera, alternando el
escenario con la tropicalísima big band del cubano Isidro Benítez.
Articuló a la generación de músicos porteños como Roque Oliva
(clarinete), Alvaro Vicencio (saxofón), Hugo Valdebenito (batería) y
los trompetistas Sergio Acevedo y Eugenio "Yuyo" Rengifo. Hasta el día
de hoy frecuenta el Club de Jazz, para conocer a los nuevos nombres o
para tocar con los antiguos estandartes.
Jazz moderno (1959-1969)
¿Es posible que los músicos afines al jazz tradicional se hayan trenzado a
trompadas con los músicos militantes del jazz moderno? La respuesta es
no. Pero los relatos de los protagonistas de la época sí hablan de un
enfrentamiento real entre ambas escuelas. Algunos músicos más antiguos
no consideraban a "eso" (el jazz moderno) como jazz. Era más bien
"ruidismo" puro y la excusa perfecta para demostrar cuánto podían dar
los instrumentos y cuántos aplausos podían recibir los solistas. Pero
lo cierto es que para 1959 toda una generación de recambio se estaba
instalando en las dependencias del Club de Jazz. Estaban liderados por
el pianista rancagüino Omar Nahuel, su máximo responsable.
Toda la década de apertura hacia las nuevas variantes del jazz (a partir del
bebop neoyorquino o el cool jazz californiano) van de la mano de
Nahuel. Los héroes estaban a la vuelta de la esquina: John Coltrane y
Stan Getz, Lennie Tristano y Bill Evans, Art Blakey y Joe Morello. La
comunidad estaba formada ahora por los saxofonistas Sandro Salvati,
Mario Escobar Jr. y Patricio Ramírez, los pianistas Mariano Casanova o
Roberto Lecaros, los contrabajistas Boris Castillo o Alfonso Barrios y
los bateristas Sergio Meli o Waldo Cáceres. La consolidación de un jazz
"modernista" coincidió con el nacimiento, fulgor y muerte del Nahuel
Jazz Quartet, la banda que inspiró a estos jóvenes músicos, que grabó
el primer long-play realizado por una banda estable y que probó al
medio que sí era posible vivir de un jazz impecablemente propuesto e
interpretado.